25 de septiembre de 2012

Creatividad

A Kali le encanta inventar cosas.
Imaginar historias.
Realizar diseños imposibles, sin llegar a la categoría de Escher, claro está.
Darle a los objetos un uso diferente del habitual.
Reciclar.

Desde que sus hijos eran pequeños, como otras muchas madres, usaba estrellitas de pasta o macarrones para que hicieran collares. Convertía dos vasos de yogur unidos por un hilo en un teléfono o, con unos granos de arroz, en unas ruidosas maracas que hacían las delicias de sus churumbeles. Los cartones de los rollos de papel higiénico o de cocina servían para hacer improvisados caleidoscopios, catalejos o muñecos con caras divertidas para los niños. Ellos mismos los pintaban y les pegaban papeles de colores o lanas y así los tenía entretenidos un buen rato. A veces se preguntaba si no sería así como empezarían algunos síndromes de Diógenes...

Reconvirtió un antiguo fregadero de madera en una mesa de centro con solo poner un sobre de cristal y llenarlo de calabazas y libros antiguos. Una lechera metálica puede ser un paragüero. Unas cestas cuadradas apiladas se convierten en una adaptable estantería modular, y las cajas de los sujetadores de Women´s Secret son del tamaño ideal para llenarlos con todos esos CDs que siempre están sueltos por la casa.

Uno de los pocos piropos que recibió de su ex, es que vaya donde vaya crea un hogar. Con unas plantas, arena o piedras de la playa, velas o pañuelos, en cuestión de minutos hace un centro de mesa o convierte en acogedor el lugar más inhóspito. Solo hay que hacerlo con cariño.
Kali ya reciclaba antes de que se hablara de sostenibilidad. Con dos macetones abandonados en un solar, de los que se usan en los viveros para transportar los árboles, hizo un depósito de 700 litros para almacenar el agua de lluvia usando el principio de los vasos comunicantes. Con lo que odiaba ella la física, mira tú por dónde ahora le encontraba utilidad práctica. Se fue a un sitio de fontanería donde explicó lo que quería hacer y allí la proveyeron de todo lo necesario y le explicaron muy pacientemente todos los trucos para hacer la instalación correctamente. Los agujeros los tapó con una masilla especial para tuberías. A partir de ahí se animó a instalar un ingenioso sistema de riego por goteo con llaves de paso para poder optar por el agua del grifo o de los nuevos depósitos, según fuera necesario. Aprovechó la pendiente y colocó los contenedores sobre unos palés cogidos de una obra para elevarlos ligeramente y que la fuerza de la gravedad se encargara de distribuir el agua sin necesidad de bombas ni similares. Puede que fuera algo rudimentario, pero el hecho de haberlo diseñado e instalado ella sola, de haber aprendido rudimentos de fontanería práctica, de hacer algo sostenible y ecológico, además de ser muy gratificante, le sirvió para aprender que eso mismo lo podría hacer con casi cualquier otra cosa que se propusiera. Todo es ponerse y pedir ayuda si es necesario. Cosas como esta son las que ayudan a mejorar la propia autoestima, y si alguna vez su ánimo decae, se recuerda: yo una vez fui capaz de hacer esto o lo otro, sola y sin ayuda. Si pude con esto, puedo con casi todo.



A veces el entusiasmo la desborda y se divierte pensando en los inventos más absurdos, en la decoración más original o en el diseño más funcional. Qué divertido sería inventar, por ejemplo, los baños para chicas. ¿Y qué tiene eso de original? Pues nada realmente, nada de particular, ya está casi todo inventado... Pero imagínate que eres el dueño de una discoteca. Y tienes un espacio demasiado grande para un aseo solo, pero demasiado pequeño para poder instalar dos aseos independientes con sus correspondientes puertas. ¡Pues muy fácil! Si es cierto que las mujeres siempre van al baño de dos en dos, un aseo con dos inodoros debería reducir las interminables colas y el tiempo de espera a la mitad... ¿No es cierto? Es una pena que alguien le haya robado ya la idea....

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