25 de septiembre de 2012

Mundo amarillo

"El mundo está lleno de personas amarillas. Gente que irrumpe en nuestra vida y con la que enseguida conectamos, que nos ayudan a progresar, que conspiran a nuestro favor. Juntos forman un mundo mas cálido y amable, mejor para vivir. Son los Amarillos"


Albert Espinosa, "El mundo amarillo"


Hanna se contagió de su risa y su frescura; a Betty la sedujo con sus ansias de experimentar una sexualidad hasta entonces desconocida, y Lina, como el ámbar que no puede ocultar el tesoro que lleva en su interior, al reconocer en las desventuras de Kali las suyas propias, quiso llevarla de la mano, le allanó el camino y le regaló la ilusión y la alegría por vivir.


Hanna:“Para las dos fue la risa el desencadenante, el motor que nos hizo reconciliarnos con nosotras mismas. Su explosiva energía vital, contagiosa y risueña, fue el estímulo que necesitaba para rebuscar en mi interior hasta encontrar el vestigio de aquella que había sido una vez mi propia risa, sincera, honesta, espontánea. No una forzada y aprendida. Ya ni siquiera la recordaba. Esa risa que nace del pecho, que sale como un estallido de tu corazón y de tus pulmones, que te hace doblar el espinazo y te achina los ojos, que explota y estalla desde no se sabe bien dónde pero seguro que de muy adentro, incontrolable e incontrolada. Que te agota y te desfonda, que sacude todos los músculos adormecidos de tu cuerpo hasta que te dan punzadas en el estómago. Y qué bien te hace sentir luego el subidón de endorfinas. Algo así debe ser lo que algunos buscan en la química de las píldoras azules o en los cigarrillos de la risa, sin darse cuenta de que lo que anhelan encontrar sin éxito lo llevan muy dentro y que esas muletas artificiales son burdos engañabobos, tan quebradizas que les acabarán haciendo caer, sí o sí.”
Kali: “Durante nuestras interminables (¡y ruinosas!) conversaciones telefónicas indagamos con preocupación de amigas sobre nuestras respectivas y lamentables experiencias. Casi sin querer descubrimos el inquietante y doloroso paralelismo de nuestro fracaso existencial. El mismo dolor, el mismo complejo de culpa, la misma amargura y la misma desesperanza. Nos fuimos despojando de nuestras corazas. Creo que ella también me percibe como una persona amarilla, por lo que me cuenta, por cómo dice que yo la he ayudado a ella y que me ve como un ejemplo. Me gustaría que así fuera de verdad, si eso sirve para sacarla del pozo en el que cree que se encuentra. Es un topacio sin pulir, una hermosa joya, y sé que un día conseguirá deslumbrar a todos con su brillo áureo. Si ella quiere.”

- ¡Hola, mi niña!

- ¡Qué tal, guapísima!

- Oye, una preguntita, ¿al final cuándo quedamos en que venías a mi casa?

- Llego este viernes, ¿me venís a recoger a la estación?

- Sí, si, lo que me preocupa es el sábado que tenía ya planes... Y no quiero dejarte sola... Es algo que llevamos hablando mucho tiempo y nos habíamos puesto esta fecha, y si no vamos ahora ya no iremos, y bueno, a ver cómo lo arreglo... porque claro, tú vienes para dos días...

Así, insustancial, comienza una de nuestras charlas, aparentemente sin fundamento, entre Lina y yo. Y así discurren mis pensamientos mientras intento salir del berenjenal que yo solita me he ido labrando con ciertas ideas locas que últimamente pasan por mi cabeza. En los días que pasamos juntas, nos obligamos a cocinar para las dos y sentarnos a la mesa a comer, cuando normalmente no lo hacemos estando solas; la obligué a salir y a venir conmigo a recoger a los niños; la sometí a un no demasiado estricto horario, pero suficiente para que al menos hiciera las comidas cuando tocaban y que no se pasara durmiendo hasta las cuatro de la tarde; conseguí que se visitiera y viera la luz del día, que se arreglara y se pudiera mirar al espejo y se sonriera a sí misma; que dejara de quejarse de sus cuitas pasadas a todas horas. Al final, los dos días se convirtieron en diez, y el cambio fue espectacular. Ayudarla a ella me ayudó a mí, y se estrecharon aún más nuestros muchos vínculos.

"Los amarillos son las personas que dan sentido a nuestra vida, que se sitúan entre el amor y la amistad."


Lina es una de esas personas “amarillas” con las que sin saber cómo te tropiezas en el devenir de tu existencia. Lo es para mí, desde luego. Y eso que es lo pueden ver otras muchas personas. Solo ella no es capaz de verlo. Tiempo al tiempo. Aún necesita despojarse de todos los complejos y todo el fango que le han estado echando encima durante la mayor parte de su vida, empezar a quererse y querer ser feliz de verdad. Dejar de mirar hacia atrás y empezar a mirar hacia delante. Romper todas sus ataduras y los anclajes al pasado, quitarse todos los harapos con los que a modo de excusa viste su inercia existencial. No hace más que subir la misma escalera para luego volver a bajarla, sin llegar nunca a abrir la puerta que hay en lo alto de su castillo soñado. Pero los peldaños están cada vez más desgastados, y alguna vez tendrá que atreverse a cruzar el umbral y descubrir lo que hay fuera. El caso es que lo sabe, pero no le da la gana de abrirla. Y nadie la va a abrir por ella. Lina, necesitas resetear, zanjar el pasado, coger aire y atreverte de una puñetera vez a abrir la puñetera puerta. Eso sí, querida Lina, luego tira la llave y que le den por saco al mundo.

La conversación continúa por otros derroteros, hablamos de nuestras respectivas exparejas, de lo difícil que fue asumir el tema de los malos tratos, del sentimiento de culpabilidad que nos invadía y que nos hizo aislarnos del mundo real, de cómo nos encerramos en nuestras conchas y nos resignamos a vivir esa vida que nos había tocado. También hablamos de nuestra percepción del sexo en aquel entonces, que nos repugnaba o nos hacía sentir de alguna manera “sucias” para al final terminar viviendo una existencia completamente asexuada. Lo cual era casi tan destructivo como mantener relaciones sin desearlo, porque suponía la demostración suprema de nuestra poca valía, el culmen de la inutilidad y la frustración, la cosificación y el abandono.

Pero ahí estábamos las dos. Todo aquello había pasado, aunque inevitablemente nos marcara a fuego. Pero esa marca es apenas visible, ya no le prestamos atención. He descubierto que si tú no muestras tus cicatrices, los demás ni siquiera las verán, y de tanto ignorarlas, terminas por olvidarte de que existen. Solo de vez en cuando, muy de vez en cuando, un ligero picor te recuerda que la tienes. Cada vez menos frecuente. Basta con rascarse con firmeza para que se pase lo antes posible. Y no hacerle ni caso. Hay cosas mucho más interesantes en las que pensar. De momento, vamos a hacer planes para cuando vuelva Lina. Vamos a aprovechar cada minuto, y si una no quiere o no puede, la otra tirará de ella y no nos permitiremos flaquear. No hemos decidido compartir nuestro tiempo y nuestro espacio para llorar. Tenemos demasiadas cosas que hacer, demasiadas risas guardadas, demasiados abrazos por dar, demasiado entusiasmo en formol. Para eso somos amigas. No dejaremos que la otra flaquee ni decaiga. Para eso estamos en el mismo mundo amarillo.

Mira a tu alrededor. Te sorprenderá ver cuantas personas amarillas hay cerca... Puede que tú misma lo seas para otro.

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